Radioheadicción

El blog de una radioheadicta

Rememorando el paso de Radiohead por Chile

Ha pasado ya más de un mes de la llegada de Radiohead al aeropuerto de Pudahuel y de los dos conciertos que ofreció en Chile. Pero no por eso no escribiré acerca de los días 25, 26 y 27 de marzo, los que no está demás decir, marcaron un antes y un después en los eventos musicales masivos en Chile.

Pero más que eso, el que los cinco de Oxford hayan visitado por primera vez mi país y el que los haya podido escuchar y ver en vivo y en directo, significa que mis oídos ya no volvieron a ser los mismos de antes: ahora son más exigentes que nunca.

Si mi memoria no falla, creo que los rumores sobre la eventual llegada de Radiohead a América Latina venían surgiendo desde principios de la presente década. Pequeñas notas en diarios y sitios en internet, y hasta comentarios vagos de algunos de los integrantes del grupo hacían suponer que los autores de The Bends estaban cada vez más decididos a hacernos una visita.

Sin embargo, el hecho no se concretó hasta el 2008, cuando un periódico mexicano confirmó lo ansiado: que Thom Yorke y sus compas pisarían suelo azteca en marzo del año próximo. Un par de días después, Chile se convirtió en el segundo país latino confirmado dentro de la gira de In Rainbows. Más tarde, se sumaron otras fechas, en Argentina y Brasil.

La espera por adquirir las entradas fue un chiste, puesto que ya al día siguiente de la buena nueva, la productora encargada de traer a la banda las puso a la venta. Así de eficientes.

Cómo olvidar las más de dos horas que esperé con nervios para comprar mi ahora invaluable ticket. Cuando por fin lo tenía en mis manos, no contuve ningún sentimiento groupie y le conté a medio mundo lo feliz que estaba por haberlo conseguido.

Eso fue en noviembre del 2008, y constituiría el primer sacrificio que haría por los cabezas. Luego vendrían otros.

Noviembre y diciembre fueron para mí agotadores, y no fue precisamente por hacer la interminable fila para comprar la entrada. Fue más bien por los estudios, porque ya estaba cansada de sobreexplotar mis neuronas. Y no es que mi carrera requiera de mucho esfuerzo mental —estudio Periodismo—, pero es que estaba realmente desconcertada por mi enfoque dentro de ella. En otras palabras, estaba pasando por una crisis vocacional que se había originado en septiembre, luego de haber aprobado con mediocridad unos ramos que estaban muy lejos de ser de mi agrado.

Sé que el párrafo anterior no cobraría sentido para el fanático de Radiohead que empezó a leer este texto sólo porque el título le causó intriga, pero entiendan que para mí sí es coherente con el arribo a Santiago de Chile de estos impredecibles músicos. Al menos, a nivel personal. Ahora les explico por qué.

Resulta que estaba tan mal anímicamente —disconforme con lo que estaba estudiando, lejos de mi familia, viviendo en una casa donde no me sentía cómoda y con una rutina en una ciudad de mierda— que parecía que nada podía sanarme emocionalmente. Y aunque las noticias en internet siempre me daban nauseas por lo desesperanzadoras que eran, una de ellas fue la excepción a la regla. ¿Es necesario que diga cuál fue? Demasiado obvio como para entrar en detalles.

Ya, si sé que dirán que soy una ilusa porque pienso que los de Radiohead son unos superhéroes al sacarme de ese abismo y de ese escenario tan denso, pero no es que lo piense precisamente así. Más bien, fue una noticia —y meses después, un hecho— que me llenó de alegría y me sedó ante malos sentimientos y malas experiencias. Así que mi yo mental me dijo: “Piensa que si sigues estudiando el próximo año esa carrera que tanto detestas, y te aguantas un tiempo más en Santiasco, podrás cumplir el sueño de tu vida, así que no seas débil”. Fue la primera vez que deseé no irme de Santiago.

Mi yo mental tenía toda la razón, porque si volvía a mi casa y les decía a mis cordiales auspiciadores —mis padres— que no quería seguir estudiando, ni en mis más tiernos sueños me dejarían ir a Radiohead. Me hubiesen mandado a la cresta.

Noviembre y diciembre pasaron lentamente, pero no me pude desconectar nunca de la U. Y como no me quería martirizar más —a veces exagero con ciertas palabras—, volví en cuanto pude a mi hogar, dulce hogar.

Después de un verano muy lindo y familiar en el Litoral Central, volví a Santiago, pero con mucho mejor ánimo del que imaginé. Eran mediados de marzo y veía cada vez con más ansias la cuenta regresiva que puse en mi página de inicio de internet. Asimismo, me enteraba de cada detalle que los asistentes a los shows en México, Argentina y Brasil difundían acerca de lo sorprendentes y magistrales que eran Radiohead arriba del escenario.

Y llegó el primer gran día: el miércoles 25 dUna foto que le tomé a Thom cuando llegó al aeropuertoe marzo de 2009. Ese día, hice mi segundo sacrificio por Radiohead. Lo que hice fue tomar un bus cuyo pasaje me costó casi la totalidad de mi presupuesto mensual —recuerden que a veces exagero con algunas ideas— y llegué, como por arte de magia, al aeropuerto internacional Arturo Merino Benítez. La tercera hazaña fue engrupirme a los “miembros oficiales de la comunidad de Radiohead Chile” —siempre me había preguntado de qué sirve pertenecer a un grupo “oficial” de fans, y fue ese día que descubrí su única utilidad— y asegurarles que siempre me metía al foro del fanclub y que era la usuaria “X”. Sólo diciéndoles esa mentirilla blanca mi sueño de ver a la banda llegar en su avión privado sería posible. Y así fue.

Les cuento el resto de la historia en un próximo post.

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