Radioheadicción

El blog de una radioheadicta

Campo

viernes, marzo 25, 2011
Es verdad que extraño mi casa, mi pieza, a la Matilda -mi perra-, a mi papá y los objetos inanimados que solían rodearme. Pero más allá de todo eso, extraño oler la tierra, escuchar los pajaritos que me despertaban y asomarme por la ventana de mi pieza para ser testigo de la naturaleza que por poco alcancé a dimensionar.

Esta foto muestra parte de esa ventana, desde donde me gustaba sentir que corría un viento medio urbano, medio campestre.

El verano, por cierto, era la mejor estación para establecer ese contacto multisensorial.

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AIR en Chile: amor, imaginación y sueños (parte II)

martes, octubre 26, 2010
Y, bueno, era cierto que había un DJ detrás mío, al fondo, cerca de las graderías, pero eso lo supe después, una vez que terminó el concierto de los franceses, porque mientras este chileno pinchaba discos, yo me encontraba extasiada de sólo ver los teclados de JB sobre el escenario. No podía contener tanta maravilla frente a mis ojos. Y mientras me fotografiaba con la Rosi, lo único que quería era ver subir a AIR para que tocaran "Do The Joy" o algún tema similar e idóneo para una apertura de dioses.

No son ingleses, y eso se notó en la hora en que pisaron el proscenio. El show estaba programado para las 21 horas, pero los de Versalles no empezaron sino pasadas las nueve y diez, o algo así. La verdad es que ya ni me acuerdo.

Mi presagio se cumplió: subieron al escenario y, tras un breve saludo al público y un par fotos tomadas por el batero, comenzaron su performance precisamente con "Do The Joy". En realidad, tan presagio mío no era: en Londres empezaron con la misma canción, y luego de unos pocos temas, me daría cuenta de que el set list era exactamente el mismo que el del recital en la capital inglesa.


Luego vino "So Light Is Her Footfall" y mi éxtasis no paraba. La voz de JB sonaba tal cual la había escuchado en los discos. Nada que decir. Ni un mínimo defecto. ¡Y las líneas bajísticas de Nico! Eso sí que me sorprendió, hasta que, casi al final del concierto, le grité un efusivo "¡Nicooo!". Creo que fue en "La Femme D'Argent", donde se lució.


Para mí era casi un hecho que iban a tocar temas mayoritariamente de su último álbum, "Love 2", y en mi opinión, a diferencia de la de muchos, ello no se traduciría en un recital deficiente ni mucho menos. Canciones como la misma "Do the Joy" o "Be a Bee", "Tropical Disease", o la fascinante -y una de mis favoritas del disco- "Heaven's Light" me llegaron hasta los huesos.

A la par de la música de los AIR, estaba presente el casi inigualable ambiente del Teatro La Cúpula. Éramos alrededor de dos mil personas. En mi vida había ido a un concierto -concierto- tan "íntimo". Se supone que entre esas personas, habían famosillos de la tele y de la arrogante escena musical chilena, pero a mí poco y nada me importó que Sergio Lagos, por ejemplo, haya entrado gratis y con derecho a copete. Estoy segura de que ninguno de los anotados en la lista de invitados disfrutó el show tanto como yo y los demás que llegaron, por lo menos, cuatro horas antes de su inicio.

Terminó la alucinante "How Does It Make You Feel?" y Nicolas Godin preguntó (ya ni recuerdo en qué idioma) si sabíamos o entendíamos francés. El "no" por parte del público fue casi rotundo y el aparentemente incomprendido Godin -que a estas alturas ya había pronunciado varios "muchas gracias" en castellano- igual habló en su lengua madre. Esta vez se dirigió a la audiencia para darle unas pocas instrucciones para que la interpretación del próximo tema fuese un poco más dinámica. Fue así como junto a JB dio inicio a la silbada canción "Alpha Beta Gaga". Tres cuartas partes del público la hicieron resonar a través de sus labios. Producto de mis frenos, yo fui incapaz. Loser.


Tras "Kelly Watch the Stars", llegó el encore. El grupo se bajó del escenario y el público no se cansaba de reclamar su regreso con los típicos "Ooh, oh, oh, ooh, oh". Objetivamente pasaron tres minutos -para los más ansiosos y para mí, fueron mucho más que tres breves minutos- y la banda se reubicó sobre el escenario.

Luego de un par de "merci beaucoup" castellanizados y varios besos al aire de Dunckel para la gente, sorprendieron a todos tocando "Heaven's Light", ni más ni menos que mi track favorito del "Love 2". Estaba en el cielo. Todo me parecía bonito, hasta la gente que me presionaba contra la reja sólo porque quería estar un par de centímetros más cerca de la banda, sin éxito, claro.

"Heaven's Light" concluyó y re-sorprendieron con su archiconocida "Sexy boy". Mientras la tocaban, me daba la impresión de que a todos se nos venía a la cabeza la imagen del "verdadero" Sexy Boy, ese pícaro monito protagonista del video clip de la canción. Fue tal la armonía que JB y Nico traspasaron al público que, improvisadamente, quienes estábamos en la primera fila empezamos a hacer una simplona pero entretenida coreografía durante los coros.


Como broche de oro, la banda eligió tocar el clásico entre clásicos temas de AIR "La Femme D'Argent". Un cambio todo radical tras "Sexy Boy", sin rodeos ni transiciones ni nada. Tajantemente tocaron "La Femme D'Argent". Me gustó. No, miento: me mató. Jamás había imaginado un cierre tan bueno como el de este concierto. Estéticamente sencillo y limitado a luces imperfectas, pero musicalmente poderoso. Sonaba incluso mejor que en el álbum. Y sigo pensando lo mismo hasta ahora, después de casi tres semanas desde el concierto.

Mi perpepción con respecto a ellos cambió. Pensé que eran virtuosos creando efectos y manipulando sintetizadores en el metro cuadrado de su estudio, pero nunca pensé que eran tan buenos en vivo. Por cierto, hay que dirigir una mención honrosa al batero. En ningún momento fue opacado por el virtuosismo de JB y Nico. Muy por el contrario, hacían un admirable trío, un power trío de aquéllos.

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Bedhead: Transaction de Novo

miércoles, enero 13, 2010
A Bedhead los conocí hace poco, entre navidad y año nuevo. Y eso que su apogeo fue en los noventa y ya no existen más. Que en paz descansen, entonces. Y si de paz hablamos, Transaction de Novo, el álbum que lanzaron en 2001, podría sintetizarse por medio de la ecuación paz + crescendos = slowcore, lo que no es sino Bedhead.

¿Qué es eso del "slowcore"? Googléelo usted mismo, pues. No es preciso definirlo ahora, ya que tema central para esta palabrería no será.

Una vez alguien me dijo (y, por cierto, me hizo despertar de una somnolencia que no parecía concluir) que yo era una empedernida auditora de música nostálgica, triste y ridículamente depresiva. En verdad, no lo dijo en esos términos, pero ese era el sentido que quería darle a su breve pero repercutora oración. Fue desde ese momento que me di cuenta que tenía que repeler los discos de artistas con voces infrahumanas, letras al borde del suicidio y la psicosis, y ritmos sin melodía, o con melodía, pero tristemente incoherente. Así que eso fue lo que hice: no más shoegazing, antifolk y lo-fi (o al menos la mayoría de las bandas lo-fi). "¿Radiohead también?" - ¡Qué idea tan descabellada es ésa! ¡Claro que no! De hecho, siguen liderando mi ranking de LastFM.

Sin embargo, hasta hace poco no sabía del aparente subgénero que apellidaron "slowcore". Y supe de él ni más ni menos que a través de los hasta ahora benditos Bedhead.

Me imaginé que podría sonar un poco a My Bloody Valentine, pero poco de los legendarios MBV tenían.

Apenas empezó a penetrar en mis oídos, "Exhume", la primera pista del disco, me dio escalofríos porque me cazó un bajo de lo más impredescible, sucedido por unos (desacordes) acordes de guitarra. Y aunque el bajo me cazó, ello no quiere decir que me haya cautivado. Más bien, fue una de esas cazas cuyo acoso te encanta. De pronto, ¡¡maravilloso!! ¡Una voz! Sideral, supradimensional e infranqueable. Nociva y perniciosa, pero en el sentido magistral de los conceptos. Una voz personificada en un rayito de sol (¿o al revés?) que me guió durante toda la travesía, excepto en "Parade" donde la voz es sobornada por otro rayito de sol, un poco más grotesco, para que abandone la sala por un par de minutos. Un poco más tarde, el rayito de sol non grata es nuevamente corrompido; esta vez en "Psychosomatica".

Si de tan ninguneado disco tuviese que destacar un track, ése sería "Exhume".

Recomendaría escuchar este disco en las siguientes condiciones:

Solo (a)
En tu pieza
Con audífonos (los más grandes son los más idóneos)
Con expectativas de 0 (cero) a 2 (dos)
Mientras lees un libro o miras un álbum de fotos familiares viejas (excepto al escuchar "Extramundane". Para esta canción aconsejaría fijar la mirada en la portada del susodicho disco)

Que lo disfruten, ojalá más de lo que lo disfruté yo.

Rememorando el paso de Radiohead por Chile

domingo, mayo 10, 2009
Ha pasado ya más de un mes de la llegada de Radiohead al aeropuerto de Pudahuel y de los dos conciertos que ofreció en Chile. Pero no por eso no escribiré acerca de los días 25, 26 y 27 de marzo, los que no está demás decir, marcaron un antes y un después en los eventos musicales masivos en Chile.

Pero más que eso, el que los cinco de Oxford hayan visitado por primera vez mi país y el que los haya podido escuchar y ver en vivo y en directo, significa que mis oídos ya no volvieron a ser los mismos de antes: ahora son más exigentes que nunca.

Si mi memoria no falla, creo que los rumores sobre la eventual llegada de Radiohead a América Latina venían surgiendo desde principios de la presente década. Pequeñas notas en diarios y sitios en internet, y hasta comentarios vagos de algunos de los integrantes del grupo hacían suponer que los autores de The Bends estaban cada vez más decididos a hacernos una visita.

Sin embargo, el hecho no se concretó hasta el 2008, cuando un periódico mexicano confirmó lo ansiado: que Thom Yorke y sus compas pisarían suelo azteca en marzo del año próximo. Un par de días después, Chile se convirtió en el segundo país latino confirmado dentro de la gira de In Rainbows. Más tarde, se sumaron otras fechas, en Argentina y Brasil.

La espera por adquirir las entradas fue un chiste, puesto que ya al día siguiente de la buena nueva, la productora encargada de traer a la banda las puso a la venta. Así de eficientes.

Cómo olvidar las más de dos horas que esperé con nervios para comprar mi ahora invaluable ticket. Cuando por fin lo tenía en mis manos, no contuve ningún sentimiento groupie y le conté a medio mundo lo feliz que estaba por haberlo conseguido.

Eso fue en noviembre del 2008, y constituiría el primer sacrificio que haría por los cabezas. Luego vendrían otros.

Noviembre y diciembre fueron para mí agotadores, y no fue precisamente por hacer la interminable fila para comprar la entrada. Fue más bien por los estudios, porque ya estaba cansada de sobreexplotar mis neuronas. Y no es que mi carrera requiera de mucho esfuerzo mental —estudio Periodismo—, pero es que estaba realmente desconcertada por mi enfoque dentro de ella. En otras palabras, estaba pasando por una crisis vocacional que se había originado en septiembre, luego de haber aprobado con mediocridad unos ramos que estaban muy lejos de ser de mi agrado.

Sé que el párrafo anterior no cobraría sentido para el fanático de Radiohead que empezó a leer este texto sólo porque el título le causó intriga, pero entiendan que para mí sí es coherente con el arribo a Santiago de Chile de estos impredecibles músicos. Al menos, a nivel personal. Ahora les explico por qué.

Resulta que estaba tan mal anímicamente —disconforme con lo que estaba estudiando, lejos de mi familia, viviendo en una casa donde no me sentía cómoda y con una rutina en una ciudad de mierda— que parecía que nada podía sanarme emocionalmente. Y aunque las noticias en internet siempre me daban nauseas por lo desesperanzadoras que eran, una de ellas fue la excepción a la regla. ¿Es necesario que diga cuál fue? Demasiado obvio como para entrar en detalles.

Ya, si sé que dirán que soy una ilusa porque pienso que los de Radiohead son unos superhéroes al sacarme de ese abismo y de ese escenario tan denso, pero no es que lo piense precisamente así. Más bien, fue una noticia —y meses después, un hecho— que me llenó de alegría y me sedó ante malos sentimientos y malas experiencias. Así que mi yo mental me dijo: “Piensa que si sigues estudiando el próximo año esa carrera que tanto detestas, y te aguantas un tiempo más en Santiasco, podrás cumplir el sueño de tu vida, así que no seas débil”. Fue la primera vez que deseé no irme de Santiago.

Mi yo mental tenía toda la razón, porque si volvía a mi casa y les decía a mis cordiales auspiciadores —mis padres— que no quería seguir estudiando, ni en mis más tiernos sueños me dejarían ir a Radiohead. Me hubiesen mandado a la cresta.

Noviembre y diciembre pasaron lentamente, pero no me pude desconectar nunca de la U. Y como no me quería martirizar más —a veces exagero con ciertas palabras—, volví en cuanto pude a mi hogar, dulce hogar.

Después de un verano muy lindo y familiar en el Litoral Central, volví a Santiago, pero con mucho mejor ánimo del que imaginé. Eran mediados de marzo y veía cada vez con más ansias la cuenta regresiva que puse en mi página de inicio de internet. Asimismo, me enteraba de cada detalle que los asistentes a los shows en México, Argentina y Brasil difundían acerca de lo sorprendentes y magistrales que eran Radiohead arriba del escenario.

Y llegó el primer gran día: el miércoles 25 dUna foto que le tomé a Thom cuando llegó al aeropuertoe marzo de 2009. Ese día, hice mi segundo sacrificio por Radiohead. Lo que hice fue tomar un bus cuyo pasaje me costó casi la totalidad de mi presupuesto mensual —recuerden que a veces exagero con algunas ideas— y llegué, como por arte de magia, al aeropuerto internacional Arturo Merino Benítez. La tercera hazaña fue engrupirme a los “miembros oficiales de la comunidad de Radiohead Chile” —siempre me había preguntado de qué sirve pertenecer a un grupo “oficial” de fans, y fue ese día que descubrí su única utilidad— y asegurarles que siempre me metía al foro del fanclub y que era la usuaria “X”. Sólo diciéndoles esa mentirilla blanca mi sueño de ver a la banda llegar en su avión privado sería posible. Y así fue.

Les cuento el resto de la historia en un próximo post.

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Dante Gobet

martes, diciembre 23, 2008
Una noche, después de mucho freír hamburguesas, Dante Gobet atinó a escribir:

No soy músico, ni cantante ni artista. Sin embargo, mi vida está atestada de música. De hecho, a ésta la interpreto como una banda sonora. Es como si cada momento de mi vida tuviera una canción.

Algunos podrán decir que soy una de aquellas personas melómanas que pecan de obsesivas, pero no me considero un amante de la música. O sea, en cierto modo lo soy pero, pensando fríamente, soy un amante infiel y promiscuo, pues escucho esto, pero también aquello. No me importa si son de The Beatles o de Led Zeppelín, ni tampoco si son en inglés, francés o castellano. Las canciones las integro a mi vida de manera que constituya un elemento tan vital como el agua con el que me hidrato, o el oxígeno con el que respiro.

Así es cómo evalúo el arte de la música, y no creo que la sobrevalore. Al contrario, la estimo como se merece: como la mujer que le da sentido a mi existencia.

Con estas palabras quizás recuerden la legendaria concepción que Friedrich Nietzsche tenía de la música: “Sin la música, la vida sería un error”.

Dante Gobet cerró el cuaderno, pero no pudo dejar de pensar en la obviedad de la frase de Nietzsche.

Podría seguir esperando, pero ya no será necesario!

lunes, diciembre 15, 2008
Han sido tantos los años que he esperado con paciencia, que tres meses de víspera no son nada. Es poco contingente escribir sobre esto ahora, pero no lo hice antes porque no me sentía preparada. Aunque, de todos modos, no me atreveré a escribir nada aún, porque supongo que no es lo suficientemente "apropiado".

Más vale esperar hasta marzo.

(Re)cuerdos

domingo, diciembre 07, 2008
No tengo nada en la cabeza. Físicamente sí, pero no hay ideas dentro de ella. Tengo que escribir algo, pero sólo logro escribir acerca de lo que no se me ocurre escribir.

El papel es ilimitado, la tinta también lo es, pero mi mente está vacía y, peor aún, desorbitada. Pienso en algo que pueda inspirarme, mas sólo soy capaz de remontarme a mi pasado sutilmente cercano, a ése que preferiría no tener, no porque me condene, sino porque me aflige.

¿De qué sirve tener recuerdos si no ayudan a vivir el presente, ni menos a pensar en lo que vendrá? He oído decir que "sin pasado, no hay futuro", pero yo no encuentro que aquello tenga sentido. El pasado ya fue y por ello no significa que repercuta en el ahora. Si es así, es porque nosotros mismos hemos provocado al ayer para que conspire con el hoy.

Yo tengo muchos recuerdos en mi cabeza, no lo niego, pero en vez de ayudarme a resolver dudas e incertezas coyunturales, me desorbitan aún más, a la vez que me ingresan a una cuarta dimensión que preferiría no conocer, ni por ti, ni por mí ni por nadie.